Las vacunas están compuestas por virus o bacterias atenuados e inactivos.
Por Revista MJ
Las vacunas han sido consideradas la estrategia de salud pública más efectiva para la prevención de enfermedades. Previenen más de 3 millones de muertes anuales, y con más cobertura de vacunación, esta cifra podría subir a 4.5 millones de muertes evitables. Las vacunas han permitido erradicar enfermedades como la viruela o el polio.
De hecho, uno de los objetivos principales de la Organización Mundial de la Salud es extender los servicios de vacunación para que más personas puedan acceder a sus beneficios con el fin de estar protegidas de enfermedades en ocasiones mortales. Sin embargo, por creencias religiosas y culturales, hay en el mundo más de 19 millones de bebés que aún no han recibido las vacunas básicas.
Fue a finales del siglo XIX con la implementación de los planes de vacunación masiva en el Reino Unido y Estados Unidos cuando aparecieron los movimientos antivacunas, que hasta la fecha siguen existiendo. Por estas acciones, los índices de vacunación han bajado en países desarrollados, razón por la cual ha habido una aparición de enfermedades como el sarampión, que se creían erradicadas.
Ahora bien, parte de los argumentos de los movimientos antivacunas va de la mano con las reacciones adversas que puede tener una persona cuando se le pone este medicamento. Pero, es importante no desconocer que existe la posibilidad de que una persona tenga sensibilidad a las vacunas o a cualquier medicamento, sin embargo, esto no significa que la persona haya tenido una reacción alérgica a la vacuna.
Reacciones alérgicas
Las vacunas están compuestas por virus o bacterias atenuados e inactivos. Cuando una persona se vacuna, existen manifestaciones que pueden ocurrir de manera simultánea como por ejemplo, ansiedad, respuestas vasovagales (cuando el sistema nervioso que regula la frecuencia cardiaca y la presión arterial no funciona correctamente como respuesta a un suceso) o reacciones locales en donde se pone la inyección, como enrojecimiento o piquiña.
Estas son algunas de las manifestaciones que se podrían confundir con reacciones alérgicas, pero en realidad las reacciones alérgicas son muy poco usuales. De hecho, se estima que 1 de cada millón de dosis administradas va a generar una reacción alérgica severa.
Sin embargo, no se puede desconocer que estas reacciones sí existen, pues aunque sean raras, es posible que una persona genere una alergia a una vacuna, pues esta entrando una sustancia extraña al cuerpo. Este tipo de reacciones normalmente sucede en un lapso de tiempo corto después del suministro de la vacuna, razón por la cual es posible tomar acción en el centro médico para que no conduzca a resultados graves.
¿Por qué sucede una reacción alérgica?
Las reacciones del cuerpo pueden ocurrir por los diferentes ingredientes que hay en una vacuna. Uno de estos son los antígenos, que son la parte del patógeno (virus, bacterias u hongos) que ayuda a que el cuerpo forme los anticuerpos para que pueda combatir la enfermedad en un futuro. Todo este proceso hace parte del sistema inmunitario, pues cada anticuerpo estará entrenado para reconocer un antígeno específico.
Otro ingrediente que podría causar alergia son los estabilizantes y preservantes usados para extender la vida de la vacuna, o los adyuvantes que permiten que la vacuna actúe más rápido, o incluso a sustancias que se usan para ayudar en el proceso de fabricación de las vacunas como el látex. Sin embargo, la mayoría de estos componentes están en pequeñas dosis, razón por la cual es difícil que la persona tenga una reacción alérgica.
Ahora bien, existen dos tipos de reacciones alérgicas a las vacunas: una inmediata y una que sucede a partir de la hora después de la vacunación. La primera reacción se da por la respuesta de un anticuerpo llamado inmunoglobulina, que se encuentra en diferentes partes del cuerpo y brinda protección de los virus y bacterias. Cuando estos anticuerpos entran en contacto con la vacuna, existe la posibilidad de que haya una reacción alérgica inmediata que se puede manifestar, por ejemplo, en convulsiones, pérdida de conciencia o dificultad para respirar.
El segundo tipo de reacciones se pueden dividir en dos: las reacciones sistémicas y las locales. La primera ocurre en la primera hora después de la vacunación y la persona puede tener urticaria (ronchas rojas que producen picazón) o angioedema (inflamación de la piel, las mucosas y otros tejidos submucosos). También es posible que la reacción alérgica genere tos, congestión nasal, vómito o hipertensión.
Por otro lado, las reacciones locales son más frecuentes y pueden manifestarse en síntomas como dolor o edemas donde se puso la vacuna. Existen otro tipo de reacciones locales que son menos comunes como los nódulos subcutáneos, que son lesiones en el tejido celular subcutáneo y se ve como un pequeño bulto, o los eccemas, que es un tipo de dermatitis en la piel.
Estos dos tipos de reacciones menos comunes ocurren por un ingrediente en las vacunas llamado hidróxido de aluminio, que es un ingrediente común en muchos medicamentos. Igualmente, la forma en la que se aplica la vacuna puede relacionarse con las reacciones que tiene el cuerpo, especialmente en niños menores de tres años.
A pesar de que la posibilidad de tener una alergia es baja y una alergia grave es aún más baja, existen todavía grupos que no están de acuerdo con la aplicación de vacunas. Esto, finalmente, influirá en la inmunidad de rebaño y una consecuencia podría ser la aparición de brotes epidemiológicos de enfermedades que estaban en el mundo en niveles muy bajos.
Mitos alrededor de las alergias
Alrededor de los discursos anti vacunas se han creado mitos que se pueden debatir con ciencia. Por ejemplo, existe el mito de que los niños que son alérgicos al huevo no pueden recibir la vacuna triple viral o contra la influenza. De hecho, la vacuna contra la influenza se prepara con embriones de huevo de pollo, sin embargo, muchos estudios han concluído que la cantidad es muy pequeña para que una persona tenga una reacción alérgica, y en caso tal de que la tenga, será una reacción leve en la piel.
Más específicamente, se ha comprobado que menos del 2 por ciento de los pacientes presentan reacciones leves. Igualmente, hay vacunas contra la influenza que no contienen este ingrediente, como la vacuna recombinante.
Otro mito es que la vacuna contra la fiebre amarilla es innecesaria y no puede ser aplicada en pacientes que tengan alergia al huevo. Esta vacuna es necesaria para viajar a lugares tropicales, tiene un 95 por ciento de efectividad y se debe poner una única vez. Esta vacuna tiene virus vivos atenuados que crecen en un huevo de pollo embrionado, pero la probabilidad de desarrollar una reacción alérgica es de 0,42 casos por 100.000 de dosis.
También existen mitos que aluden que las vacunas causan autismo. Más específicamente, se dice que el ingrediente timerosal, que era utilizado como un preservante para inhibir el crecimiento de bacterias en vacunas multidosis, causa autismo. Desde 2001 se removió este ingrediente de la mayoría de vacunas por la preocupación que tenían las personas por las cantidades de mercurio que tenía el timerosal. Sin embargo, se ha comprobado que estos ingredientes no se acumulan en el cuerpo y por tanto, no tiene un efecto en el sistema nervioso, por lo cual es imposible decir que este ingrediente está conectado con el autismo.
Por último, existe la creencia de que las vacunas son las causantes de las enfermedades alérgicas. Desde los años noventa ha aumentado la prevalencia de estas, como el asma, pero no se ha podido demostrar que exista una relación causal entre el uso de vacunas y las condiciones alérgicas.
Así pues, si bien existen mitos alrededor de las vacunas, no se puede negar que estas son el resumen de la ciencia, la innovación y la tecnología que se ha acumulado por años. Mientras el cuerpo esté vivo, siempre reaccionará a lo que entre a él, sin embargo, esta reacción está alejada de ser dañina o generar un problema a largo plazo.