Desde las primeras semanas de gestación, un bebé es capaz de percibir las vibraciones sonoras. A partir del quinto mes de embarazo, ya puede escuchar los sonidos que provienen del cuerpo de la madre, así como su voz y las voces de los que se encuentran cerca, y también los sonidos del ambiente; la música rítmica lo calma y la estridente, lo excita; siente, escucha y aprende. En el último trimestre, es capaz de recordar sonidos y de reaccionar ante estímulos, por ejemplo reconoce la voz del padre. Por ello, la estimulación prenatal es fundamental para su progresivo desarrollo.

La voz de la madre y la música que a ella le agrada le estimulan y le transmiten bienestar. Compartir la música favorece una relación íntima, que fortalece los lazos afectivos entre madre e hijo, potencia la sensibilidad del niño y desarrolla su sistema nervioso, fomentando su desarrollo afectivo, cognitivo, sensorial, motor y social.

En cuanto al desarrollo del bebé, frente a la música, algunos estudios indican que existe un estímulo a la frecuencia cardíaca del feto y la producción de endorfinas en la mamá, en tiempos de embarazo.

Posterior al nacimiento, los niños sienten más ganas de expresarse al momento de escuchar música, como también es un material potencial para enseñar a hablar y desarrollar ciertas habilidades. Es por ello, que existe el “Efecto Mozart”, el cual, fomenta el crecimiento intelectual y creativo.