Evite el «hambre oculta» después del primer año de los niños.
Revista MJ

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Por Revista MJ

  • Según la UNICEF, en el mundo hay 149 millones de niños menores de 5 años afectados por no alimentarse adecuadamente.
  • Los prebióticos y probióticos se consideran esenciales para fortalecer las defensas durante las etapas de crecimiento.

Después del primer año de vida, los niños adquieren una madurez digestiva para comer casi todos los alimentos, sin embargo, la realidad es que millones de pequeños no consumen los nutrientes y vitaminas necesarios, lo que ocasiona problemas en su crecimiento y desarrollo cognitivo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la carencia de micronutrientes (vitaminas y minerales) como “hambre oculta”, debido a que existe un desequilibrio en la dieta cuando la persona no ingiere la cantidad adecuada de nutrientes y minerales presentes en los alimentos.

El hambre oculta podría afectar tanto a las personas con desnutrición, peso saludable, así como quienes sufren sobrepeso u obesidad. No se trata de la cantidad de alimentos, sino de la calidad nutricional de las comidas. La OMS señala que una tercera parte de la población mundial padece de hambre oculta.

En relación a lo anterior, el Estado Mundial de la Infancia 2019, de la UNICEF, confirma que 149 millones de niños menores de 5 años sufren de retraso en el crecimiento debido, precisamente, a la carencia de vitaminas y minerales esenciales.

Un estudio de la Universidad de Costa Rica reveló que el 15.4% de los niños que fueron tomados en cuenta presentaron deficiencias nutricionales. La prevalencia más alta se encontró en la población igual o mayor a tres años.

Este texto explica que si bien la desnutrición en niños de 2 a 5 años en el país se redujo entre 1966 y 2008 (aproximadamente un 17%), el dato no refleja necesariamente las condiciones de las poblaciones más vulnerables. De ahí, la importancia de una adecuada atención en salud en la niñez, principalmente en los grupos vulnerables.

La Máster en Nutrición Pediátrica, Katherine Asch, señala que a partir del primer año de edad, los niños comienzan una transición hacia una dieta más parecida a la de un adulto, pero al estar en etapa de crecimiento, tienen requerimientos nutricionales diferentes y necesitan alimentos especiales.

Con este cambio en la alimentación de los pequeños, vienen muchas preguntas de parte de sus padres. ¿Qué alimentos ofrecer? ¿Cuántos tiempos de comida deben hacerse? ¿Debemos obligar al niño a comer? Las dudas son muchas, pero todo es más fácil de lo que parece.

La experta añade que la nutrición en los primeros años es una inversión a largo plazo sobre la salud y la calidad de las personas, pues una correcta alimentación previene enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.

Además, dado que los niños están en etapa de crecimiento, es vital que su alimentación sea variada y saludable para satisfacer las necesidades nutricionales que requieren para su adecuado desarrollo. Es importante que los pequeños tengan cinco tiempos de comida: desayuno, merienda, almuerzo, merienda y cena; sin distractores como juegos o pantallas que afecten sus hábitos de alimentación.

Alimentos que sí o sí deben estar en la dieta de los niños

Los primeros en la lista son los probióticos y prebióticos. Ambos se conocen como alimentos funcionales, por los efectos positivos sobre la salud.

Los probióticos son bacterias buenas que ayudan a que el sistema inmunitario del niño aprenda a funcionar de manera autónoma y correcta, con el fin de crear una barrera de defensa. De hecho, el  80% de las defensas del cuerpo se ubican en el intestino.

Por su parte, los prebióticos son, por así decirlo, el alimento que necesitan los probióticos para hacer su función.

Los prebióticos se pueden obtener, naturalmente, al consumir frutas, verduras y legumbres. Los pre y probióticos, al consumir yogurt o incorporándolos a los lácteos o leches de crecimiento.

Un estudio de la revista British Journal of Nutrition concluyó que la ingesta de probióticos acorta significativamente la duración promedio de un resfriado y regula el sistema inmune, al defender al organismo de distintos patógenos.

También, es fundamental el consumo de vitaminas y minerales, como el calcio que se obtiene de la leche y sus derivados, importantes para el desarrollo de huesos fuertes. La recomendación es consumir 16 onzas (480 ml) de leche por día.

La ingesta de hierro es necesaria, pues la deficiencia de este mineral es una de las más comunes a nivel mundial. Sin hierro, el niño sufre de anemia y esto afectará su desarrollo físico, mental y conductual. La recomendación es consumir alimentos como leche, carne, pollo, pescado y complementos como los alimentos enriquecidos, los cereales y leches de crecimiento.

El omega 3 y el omega 6 son ácidos grasos que el organismo, por sí solo, no produce y que ayudan al desarrollo óptimo del sistema cognitivo y visual, tienen propiedades antiinflamatorias y fortalecen las defensas del cuerpo. La manera de obtenerlos es mediante el consumo de alimentos como pescado o aquellos fortificados con estos nutrientes.

Asch explica que los padres no deben preocuparse si sus hijos o hijas comen menos ni tampoco deben obligarlos a comer, pues ellos nacen con la capacidad de autorregular la cantidad de energía que requieren para crecer de manera adecuada. Los niños van a comer la cantidad que necesitan, por eso, la tarea de los padres es asegurarse de ofrecer la mejor calidad de alimentos y con un horario ordenado.

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