By Dianne Medrano (Utopías de una CEO)
A menudo me preguntan a qué mujer admiro y cuál figura profesional ha marcado mi camino. Aunque he tenido la fortuna de coincidir con mujeres brillantes y referentes admirables, mi respuesta siempre vuelve a las mismas dos personas: mi mamá y mi esposo.
Admiro profundamente a mi madre porque, siendo hoy yo también mamá, entiendo el reto que representa criar hijos con valores y amor, mientras navegas en el océano revuelto de tu propia vida: tus sueños, tus miedos, tu trabajo, tu salud emocional. Valoro su entrega silenciosa, su resiliencia y esa capacidad de darlo todo, incluso cuando el mundo no da tregua.
También, y con el mismo respeto, al profesional que más admiro es a mi esposo. Sí, mi esposo. Porque lo he visto en todos sus roles, sin máscaras, siendo él. Es un profesional impecable, con valores firmes, comprometido, brillante y con una capacidad admirable para reconocer su valor, sin necesidad de imponerse.
Él me ha enseñado mucho, sin pretenderlo. Gracias a su practicidad, mi mente compleja encuentra equilibrio, y gracias a su objetividad y calma, mi emocionalidad encuentra una base firme para descansar. Me ha enseñado a no tomarme todo personal, a soltar culpas ajenas y —quizá lo más valioso— a mirarme con más amor y admiración de lo que yo misma me había permitido.
Por eso creo en la importancia de elegir bien a tu pareja si tienes sueños grandes y si quieres escalar montañas sin dejarte el alma en el intento. Tener a alguien que te acompañe, que te sostenga emocionalmente, que entienda tus metas sin sentirse amenazado por ellas, que te celebre y no te compita… eso no tiene precio.
Las relaciones saludables, basadas en la admiración mutua, el respeto, la visión compartida y el apoyo emocional, son un trampolín hacia el éxito. En cambio, las relaciones disfuncionales, llenas de celos, sabotaje o incomprensión, son como dementores que te roban la energía, que te desgastan y que te hacen tropezar cuando más necesitas impulso.
Hoy, más que nunca, necesitamos entender que el éxito profesional no solo depende de nuestras capacidades o del esfuerzo personal. Depende también del entorno emocional que construimos. Escoger una pareja que te sostenga, que te respete, que camine contigo y no encima de ti, es uno de los actos más revolucionarios y estratégicos para alcanzar una vida profesional plena y con propósito.
He tenido la bendición de tener a mi lado a alguien que me impulsa, que me guía, que me da paz. Creo firmemente que cada mujer merece eso: una relación donde no se pierda, sino que se encuentre y se eleve.
Siempre comparto una idea que desde muy joven considero fundamental para la vida, tanto de hombres como de mujeres: uno puede casarse con quien quiera, pero cuando se trata de tener hijos, la historia cambia. Eso hay que analizarlo con detención y foco porque no solo compartirás un pedacito de esa persona en tus hijos, sino que, de una forma u otra, caminarás el resto de tu vida con esa figura a tu lado, quieras o no.
Por eso, elige bien. Elige no solo a quien te enamore, sino a quien te acompañe, a quien sea un trampolín para tu crecimiento y no un ancla, al que celebre tu vuelo en lugar de temerle. Elige al que admire tu luz en vez de sentirse amenazado por ella y entienda que cuando dos luces brillan con fuerza el mundo no se apaga, sino que se ilumina más.
Escoge al padre de tus hijos con conciencia, con amor y con visión. Busca que sea tu aliado, tu cómplice, tu impulsor… que te sostenga cuando lo necesites y te celebre cuando brilles porque tu grandeza no se debe opacar, ni debe opacar a nadie, así que encuentra quién la potencie y sume contigo.